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La valía de sobrevivir el paso del tiempo

  • Foto del escritor: Pedro Dutour
    Pedro Dutour
  • 13 nov 2023
  • 4 Min. de lectura

Foto: Guillermina Urrutia.

Para los coleccionistas de monedas su acervo lleva ventaja en la conservación de la historia: no pierde valor; así lo cree Leonardo De Souza, un exmaestro sanducero que lleva siete décadas en ese rubro


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Como en todos los buenos coleccionistas, la pasión se inició en la infancia. Como algo innato que se lleva dentro y al que solo le falta un motivo, una circunstancia, un gesto, para comenzar este camino de ida. Como sucedió con Leonardo De Souza, coleccionista de monedas y billetes, y de alguna otra cosa -a menor escala- como sellos y camiones de bomberos en miniatura. Una moneda suelta, un vuelto, algo que le llamó la atención, un no sé qué que le provocó conservarlas desde aquel instante.


Y como todo buen coleccionista, también cuenta con un espacio propio en su casa para tal función. Su mundo. Además de un escritorio y mesa redonda, se destaca un armario completo con carpetas llenas de monedas y billetes, de publicaciones referentes a la numismática, de cajones con monedas envueltas en paquetes de papel. Una máquina de escribir antigua -toda una reliquia- adorna una ventana, así como diplomas y cuadras las paredes.


Foto: Guillermina Urrutia.

“A los 8 años ya me interesó la colección de monedas”, confirmó. En ese tiempo también se involucró con las estampillas, pero con los años se desinteresó y se enfocó en las monedas. “Las estampillas de correo son efímeras, aunque preciosas y coloridas, pero no podés descuidarlas porque un dientito que se rompe ya no sirve más. En cambio, las monedas no, perduran”, destacó.


De Souza tiene 78 años, hoy jubilado y con una vida bien movida detrás. Cuando recién se había casado, se marchó a vivir a Italia en 1974, y retornó a nuestro país casi diez años después. Luego de esa época italiana, en la que trabajó en una hilandería de Prato -ciudad cercana a Florencia, en la región de la Toscana- y en la que vio nacer a sus dos hijos, comenzó con la colección de monedas de esa nación. Porque, curiosamente, durante ese lapso pasó “sin tocar la moneda”. “Cuando volví a Uruguay en 1983 empecé de nuevo”, afirmó.


Esa serie se inicia con monedas del tiempo del reino de Italia, y sigue con las de la república, declarada en 1946. “Tengo la primera moneda de 100 liras de 1955, que es de cuando fui con mi madre a Italia en 1961”, relató con cierta nostalgia. “Con esas 100 liras, y con 17 años, compraba cigarrillos”.


De billetes italianos, trae a la mesa unos ejemplares de esos años, muy atractivos: uno bien pequeño, mini, que entra sin doblar en un bolsillo de camisa; y otro grande, que para poder colocarlo en una billetera hay que doblarlo en cuatro.


Foto: Guillermina Urrutia.

Tras la experiencia italiana, se abocó a la docencia y durante 30 años se desempeñó como maestro rural, además de haber trabajado en EL TELEGRAFO y en la radio CW 39, y de haber escrito tres libros de cuentos para niños y anécdotas. Y como buen maestro, quiso “hacer didáctica” las decenas de carpetas de sus colecciones, con un orden estricto y con las explicaciones pertinentes de cada moneda, y del momento histórico. De cada país, existe una explicación de su historia y datos geográficos.


“Por ejemplo, en esta donde dice Naufragio empieza desde el principio de 1840, año de la primera moneda. Ves, acá tenés la explicación y este es el peso del naufragio”, ahondó señalándola ya en la página de las unidades de la década de 1870.

“¿Qué pasó? Uruguay pidió a Francia que le hiciera los pesos de 1877 pero cuando viene el vapor, cerca de Bahía, Brasil, naufraga. Entonces traen lo que se rescató y muchas manchadas se devolvieron a Francia, y Francia las hace otra vez, pero con el año 1878, llamado peso del naufragio. Aunque para mí las del verdadero naufragio son las otras” monedas, explicó De Souza.


El coleccionista tiene en su acervo todas las monedas que circularon en Uruguay, menos la primera de todas, la de 1840. Que, según dijo, puede costar hasta 3.000 dólares. A continuación, mostró el peso del sitio de Montevideo --que apareció en el contexto de la Guerra Grande--, de 1844, de plata y patrimonio uruguayo. Fue acuñada dentro del sitio por Juan Manuel de Rosas y Manuel Oribe; se movió en los límites de la capital porque se precisaba dinero para pagar en el mercado interno.


Se trataba de una moneda de plata porque al parecer el cobre era difícil de conseguir. Se hicieron de 5, 20 y 40 centésimos y fueron construidas a partir de las joyas de plata de las mujeres montevideanas.


En otra carpeta, De Souza deja ver unos ejemplares de “cobres clásicos”, gruesos, atractivos, grandes y pesados. En otra sección, hay monedas de plata, algunas de las cuales fueron adquiridas a buen precio por De Souza en la época de la pandemia (suele comprar por internet, en ferias, con conocidos y las repetidas, las guarda en cajones). También deja ver los “5 pesos de oro”, la única moneda de ese metal precioso que salió en Uruguay y que data de 1830.


Foto: Guillermina Urrutia.

De las monedas más modernas, hace hincapié en una muy pequeña, la “más chica” que se vio en nuestro país --y que circuló hasta no hace mucho--, que compró en Montevideo y, ese mismo día, la perdió cuando visitaba el Cabildo. “Tuve que comprar otra que me salió 50 pesos”, dijo entre risas.


Si bien queda claro su amor por las monedas, este maestro de escuela jubilado aseguró que “de las cosas más bonitas” con que cuenta en la colección, es una carpeta con billetes de todo el mundo, “pero de polímero”, es decir, sin circular y con ciertas características. “Debe ser la única de Paysandú”, acotó. Son billetes muy atractivos y muy requeridos por los coleccionistas.


Foto: Guillermina Urrutia.

Estos billetes están fabricados con un polímero de polipropileno biaxialmente orientado, que aporta un gran avance en términos de conservación y durabilidad del billete. A su vez, incorporan muchas medidas de seguridad que no están disponibles en los tradicionales billetes, lo que hace que su falsificación resulte bastante más complicada.


Ingrid, su señora desde hace 50 años, nunca ha puesto objeciones en el avance de su colección, aunque, claro está, “ella no tiene este delirio” de juntar monedas, señaló entre risas. De Souza ha sido parte de un grupo llamado Requecheros, que reúne a varios coleccionistas, no solo de monedas. Pero aclaró, por las dudas: “yo no soy requechero, soy coleccionista”.

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