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El arte escondido de la fotografía macro

  • Foto del escritor: Pedro Dutour
    Pedro Dutour
  • 9 abr
  • 5 Min. de lectura

En la estación de servicio de Constancia, ubicada en las afueras de Paysandú por ruta 3, Bruno Vivián, de 39 años, vive una vida paralela. Durante la mayor parte del día, es administrador y responsable de las operaciones cotidianas del negocio familiar. Pero cuando se hace un tiempo y logra escapar de la rutina, Bruno se convierte en un explorador de lo invisible, en un fotógrafo muy particular.

Apasionado por esta práctica, se ha adentrado en las maravillas ocultas de nuestro mundo, y por este motivo se ha especializado en la fotografía macro, una disciplina tan específica como fascinante, que revela detalles del mundo natural que, para el ojo humano, simplemente no existen.

Aunque su pasión por la fotografía comenzó a una edad temprana, allá por 2012, cuando Bruno adquirió su primer lente macro, que su fascinación por capturar la esencia de lo minúsculo se convirtió en algo más serio. Con un Canon 100mm macro en mano, comenzó a incursionar en la naturaleza de los pormenores más pequeños. Pero fue sólo después de completar varios cursos, que su técnica se perfeccionó.


“Desde chico me llamó la atención la fotografía, siempre fue algo que me interesó. Luego, cuando ya tenía algo de conocimiento, me enfoqué en la fotografía macro. Es algo que no muchos entienden al principio. La gente tiende a ver fotos macro como algo lejano, algo de otro mundo, pero en realidad está todo a nuestro alrededor. Es sólo cuestión de mirar con otros ojos”, explica Bruno, mientras repasa algunas de sus imágenes en su cámara. La pasión con la que cuenta sobre esta afición, se transmite en la calidad de sus tomas, realmente espectaculares.


La búsqueda del enfoque perfecto


A diferencia de las cámaras comunes que permiten un enfoque rápido y directo, la fotografía macro exige paciencia, precisión y un equipo específico. Bruno utiliza un lente MP 65mm macro, que, según él, es “muy específico” para tomar fotos de alta calidad de insectos y pequeños objetos. Sin embargo, hay una dificultad inherente al aumento: a medida que te acercas al objeto, la profundidad de campo se reduce drásticamente. Esto hace que una fotografía de, por ejemplo, una cabeza de hormiga, sea un reto técnico monumental.

“La técnica que utilizo es el ‘focus stacking’, un proceso que consiste en tomar varias fotos del mismo objeto, pero con distintos puntos de enfoque. Luego, las apilo en un software de edición para crear una imagen con un enfoque completo. Esto puede requerir hasta 50 fotos para lograr una sola toma bien detallada”, explica Bruno, mientras muestra la complejidad detrás de sus capturas.


Este proceso minucioso y meticuloso exige que el fotógrafo sea un “artesano”. Cada disparo es una obra única que requiere de una dedicación intensiva, mucho más que una simple captura de imágenes. El trabajo es tan técnico que Bruno ha incorporado un “riel de enfoque”, un equipo especializado que mueve la cámara de manera minuciosa, controlando la distancia con precisión milimétrica.


El arte de fotografiar lo invisible


Lo que más fascina a Bruno de la fotografía macro es el hecho de que es una ventana a un universo que, aunque está justo frente a nosotros, suele pasar desapercibido. “Lo más lindo de este tipo de fotografía es que te permite descubrir un mundo oculto. Algo tan cercano como una hormiga o una flor se convierte en una obra de arte cuando lo ves a través del lente de la cámara. Es un mundo que pasa desapercibido, pero está allí, frente a nuestros ojos”, reflexiona Bruno, quien disfruta de cada sesión de fotos como una especie de terapia.

A pesar de ser un hobby, la fotografía de Bruno ha llamado la atención de otros, especialmente en las redes sociales. “Subo las fotos a mi página personal, pero lo hago principalmente para mí. Las redes me dan la oportunidad de compartirlo con otros entusiastas que realmente entienden el trabajo que hay detrás”, comenta.


En una ciudad como Paysandú, donde la fotografía macro es poco común, Bruno se siente afortunado de poder contar con un círculo de aficionados y expertos que comparten su pasión por este arte. A pesar de que los equipos especializados son costosos, Bruno ha invertido en equipos de alta gama, como el lente de 100mm y el MP-65mm, que le permiten capturar detalles que otros fotógrafos simplemente no pueden observar.

“Es una inversión grande, claro. Un lente de mil dólares no es algo que todo el mundo se pueda permitir. Pero el valor está en lo que se logra. Cuando ves una foto de un insecto en primer plano, cada pelo, cada partícula de polvo, se vuelve una obra de arte. Es lo que hace que valga la pena todo el esfuerzo”, asegura Bruno, quien dedica varias horas al día a perfeccionar sus fotos. A veces, el proceso puede llevar toda una tarde, entre la preparación, las tomas y la edición.


La pasión por lo inusual


Lo que más llama la atención de Bruno es la dificultad técnica y la dedicación que requiere este tipo de fotografía. Pero también resulta ser una forma de escape. “Es como una desconexión. Es mi momento de concentración, de estar solo, en paz. El proceso me absorbe y me permite olvidarme de todo. Es mi terapia personal”, dice Bruno, quien, aunque disfruta compartir su trabajo, no busca la fama o el reconocimiento.


Para él, el verdadero premio es el desafío constante que supone la fotografía macro. “Es un mundo tan pequeño, pero tan grande en su complejidad. Cada toma es un reto. A veces te enfrentas a problemas como el polvo o el viento, que pueden arruinar toda la foto. Pero eso es lo que hace que valga la pena. El trabajo no es sólo apretar el botón, es estar en sintonía con el objeto, con el entorno. Y cuando lo logras, es una satisfacción increíble”.

Bruno, que es padre de dos hijos, de 22 y 15 años, explica que siempre les ha inculcado el respeto por su trabajo y por el cuidado del equipo. “Desde chicos, mis hijos sabían que mis cámaras y lentes son sagrados. Son herramientas de trabajo, de arte, y deben ser tratadas con respeto”, dice entre risas.


La fotografía como hija de la paciencia


Aunque la fotografía macro sigue siendo una pasión personal para Bruno, no descarta la posibilidad de expandir su alcance. A veces, comparte sus fotos en grupos de Facebook, donde se reúne con otros fotógrafos para aprender y perfeccionar técnicas. La fotografía macro no es únicamente un hobby; es una forma de vida que exige paciencia, dedicación y una profunda conexión con la naturaleza.

“Es algo que está ahí, pero nunca lo ves. Yo simplemente intento mostrarlo, revelarlo. La gente suele ver lo que les mostramos, pero detrás de cada imagen hay un trabajo que va mucho más allá de lo que se ve”, concluye Bruno. “Es una forma de acercar a las personas a lo que está cerca de nosotros, pero nunca lo miramos realmente”.


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