El milagro de tres: la historia de los trillizos de Paysandú
- Pedro Dutour
- 31 ene
- 7 Min. de lectura

El 21 de octubre de 2024 se convirtió en una fecha que quedará grabada para siempre en la historia de la familia Pereira-Borges, y también en el corazón de muchos en Paysandú. Sheila Borges, de 32 años, y Alejandro Pereira, de 31, dieron la bienvenida a tres pequeños milagros: Delfina, Paulina y Mateo, los trillizos que marcaron un hito en la vida de esta pareja.
Nacieron en el sanatorio Modelo de Comepa, a las 30 semanas de gestación, en una cesárea programada, pero rodeados de un halo de incertidumbre y esperanza. Este acontecimiento trajo alegría a la familia, y sirvió también como un testimonio de coraje, amor y solidaridad.
En una operación que involucró a un numeroso equipo médico, los tres bebés nacieron prematuros, con pesos que oscilaban entre 1.800 gramos para Mateo, el que salió primero, 1.260 gramos para Delfina, y 1.300 gramos para Paulina. Aunque fueron recibidos con cuidado por el equipo de la Unidad de Cuidados Especiales Pediátricos y Neonatales (Ucepyn), el camino por recorrer para los tres bebés sería todo un desafío.
Un embarazo lleno de emociones, sorpresas y dudas
Desde el principio, el embarazo de Sheila y Alejandro estuvo marcado por un sinfín de emociones. La pareja ya tenía un hijo de 8 años, Tiago, pero la noticia de que esperaban tres bebés resultó ser completamente inesperada. Al final, formaron una familia el doble de grande de lo pensado.
“El embarazo fue corto pero muy complicado”, relata Sheila. En la sala de la casa en la cooperativa Coviazu, en la zona del barrio Los Álamos, los tres chiquitos acababan de comer y dormían plácidamente, cada uno en su cochecito. Un momento de remanso que los padres --felices y agotados por igual-- aprovechan para conversar y descansar para el próximo round. El hermano mayor se pasea entre los tres, no vaya a ser cosa que se olviden de él. En una estantería, se observan apilados varios tarros de complemento. “Esos son los vacíos”, señala Alejandro.

“Desde el primer minuto nos enteramos que eran tres. En la primera ecografía vimos que había tres bolsas. Era el martes 5 de mayo”, rememora la madre que ponderó la labor de la doctora Mariana Soria en la atención durante todo el proceso, y tanto de Ucepyn como de maternidad. En esa ecografía, se observaba que dos bebés se movían, pero no el tercero. Algo que parecía “condicionar el embarazo”, al menos, en un principio.
“No sabía si había perdido ese tercer bebé, si podía perder todo el embarazo. No recuerdo mucho lo que me dijeron porque me dio una crisis, la doctora no me podía calmar. Lloraba, no sabía ni lo que me pasaba”, cuenta Sheila. “Ahí me dijeron lo complicado que era un embarazo triple. No sabía si llegábamos a término, no sabíamos en realidad si podíamos continuar con el embarazo porque si realmente ese bebé estaba mal, condicionaba mucho todo el embarazo. Recién nos confirmaron el 28 de junio que los tres bebés se encontraban bien”, continúa.
Al tratarse de un embarazo de alto riesgo, la mamá debió someterse a controles regulares para evitar cualquier complicación o para afrontar de la mejor manera si los hubiera. Que los hubo. “Me dio diabetes gestacional. Al tercer mes tenía como un embarazo a término si fuera de un solo bebé, porque era enorme la panza, no me podía mover. Era una panza de nueve meses. Tenía creo que 15, 18 semanas y era una panza impresionante”, dice Sheila.
“Los últimos 15 días del embarazo estaba en reposo absoluto, en la casa de mi madre. No me podía levantar, no podía hacer nada, me tenían que ayudar en todo. Sabía que los iba a tener antes de tiempo, y se había pronosticado sacarlo entre las 32 y 34 semanas”, ahonda. Pero terminó siendo antes.
A las 30 semanas, Sheila comenzó a sentir contracciones cada vez más fuertes. Alarmada, acudió a Comepa. “Empecé con contracciones a la una de la mañana y me trasladé a Comepa. Había estado dos veces internada antes de eso con contracciones y cuando llegué me dieron la medicación para pararlas porque todavía no era el momento. A las cuatro o cinco de la mañana pararon y a las siete volvieron. Bastante fuerte esa vez”, detalla Sheila, con una sonrisa que no puede ocultar lo que representó un proceso realmente difícil, pero lleno de determinación.
La cesárea y dar a luz
El nacimiento de los trillizos estuvo planificado, pero no exento de desafíos. En una cesárea que involucró una intervención quirúrgica con cierta complejidad, Sheila pudo estar rodeada de un amplio equipo médico, incluyendo ginecólogos, pediatras y enfermeras especializadas. “Luego de minutos”, según afirma la madre --cuyo hermano mayor tiene mellizos--, finalmente nacieron Delfina, Paulina y Mateo, tres pequeños que necesitaron atención inmediata. Los tres nacieron prematuros, y aunque la situación era delicada, todos recibieron oxígeno de inmediato y fueron estabilizados con rapidez.

Mientras que Delfina y Paulina mostraron signos de mejoría rápidamente, Mateo, el varón, tuvo más dificultades respiratorias. Las niñas tuvieron el alta el 6 de diciembre pasado, en tanto, el niño, el 23 de ese mes. “Mateo fue el que más sufrió, a las 24 horas tuvo un hemotórax, se le perforaron los pulmones. Por eso estuvo más tiempo en Ucepyn, pero las niñas estaban en una condición un poco más estable”, explica Alejandro.
“También le perjudicó que en un momento no tomaba mamadera, no lograba succionar”, prosigue el padre. “Crecía porque le daban alimento por sonda”, indica. “En el desarrollo le costó mucho más, por ejemplo, levantar la cabecita, estaba más durito”, tercia la madre. La incertidumbre parecía dominar esos primeros momentos, pero la solidaridad de la familia, el personal médico y la comunidad de Comepa se convirtió en una fuerza imparable.
Cuando nacieron, todo el segundo piso del sanatorio estaba en conocimiento. En el trayecto de maternidad hasta Ucepyn, donde los chiquitos iban a pasar los siguientes días y semanas, se formó un corrillo con todo el personal que no quería perderse ese momento histórico. “Había gente mirando por todo el pasillo desde maternidad hasta Ucepyn, porque era totalmente un espectáculo”, asevera Sheila. “Había gente parada en los pasillos esperando que pasaran los trillizos. De enfermería, de maternidad, otra que había subido porque se habían enterado que llegaban los trillizos”.
El apoyo incondicional de Ucepyn
La unidad de Ucepyn, que estaba preparada para enfrentar un desafío de esta magnitud, jugó un papel fundamental. Según Carolina Faccio, la licenciada jefa de la unidad, todo el equipo médico se volcó de lleno en la atención de los trillizos. “El trabajo fue coordinado entre todos. Es cierto que cada bebé requería cuidados muy específicos, pero el equipo estaba preparado para afrontar la situación con toda la seriedad y dedicación. Los bebés recibieron una atención personalizada en todo momento”, afirma.
“Todo el equipo estuvo presente, porque es fundamental el aporte de cada integrante, desde el grupo enfermería, licenciadas, médicos, auxiliares de servicio, ecónoma, secretaria, jefe médico y de enfermería, aportando cada uno su experiencia, habilidades y conocimientos desde su rol, complementando de esta forma el esfuerzo colectivo, y cada uno asumiendo con responsabilidad y compromiso su función para lograr una atención de calidad, humana y respetuosa”, agrega Faccio que, añade, ya han tenido otros trillizos en su historial.
La atención de Ucepyn ofrece un servicio polivalente, con atención de recién nacidos y también de niños hasta los 14 años. “Cuando viene ya un prematuro, es todo un movimiento, que, si bien nosotros hace 25 años que estamos como servicio haciendo lo mismo, sabemos que cada nacimiento es especial, es diferente”, asegura.

“Cuando se planifica un nacimiento prematuro, nuestro servicio se prepara para ir a ese nacimiento; entonces, imaginate, ese equipo multiplicado por tres”. Todo eso generaba un “poquito de ansiedad” porque también, claro está, “eran muy chiquititos”. A su vez, como sucede con todos los nacimientos, aparece clave la participación de los papás “en conjunto con el equipo de cuidados”.
De su lado, las auxiliares de enfermería Carolina Ruiz y Valentina Campera, y la licenciada Rocío Baeten, comentan que, antes que vinieran a este mundo los tres pequeños, ya llevaban días con las unidades preparadas, “con todos los equipos que ellos iban a necesitar, como incubadora, monitores”, con el médico, enfermera y nurse para cada uno.
“Lo fuimos a recibir y allá salimos todos”, rememoran con alegría quienes forman parte de un plantel de unas 60 personas y de un servicio referente en todo el país. “Mateo nació más débil, pero con más peso. Generalmente, el más grande es el que da más dificultad al contrario de lo que se cree. Aquel día fue muy intenso”, dicen.
Ese día, recalcan, “se trabajó muy bien, con mucho compañerismo, con ayuda entre todos. Con los médicos quedamos muy satisfechos. Y la evolución de los niños fue espectacular también. Porque hemos tenido otros trillizos y no han evolucionado tan bien como ellos”.
El apoyo de la comunidad de Comepa resultó ser igualmente esencial. Por ejemplo, Alejandra Di Lorenzo, una trabajadora de maternidad, organizó una campaña para recolectar ropa, pañales y productos esenciales para los trillizos. “No teníamos nada, y nos ayudaron a conseguir todo lo que necesitábamos. Fue un gesto increíble”, relata Sheila, aún sorprendida por la generosidad de quienes la rodearon.
Un hogar lleno de desafíos y alegrías
Una vez que los trillizos comenzaron a mejorar, Sheila y Alejandro se enfrentaron a una nueva realidad: ser padres de tres bebés prematuros. La vida diaria pasó a ser una combinación de caos, sacrificio y amor incondicional. Al punto que debieron mudarse a una casa más grande dentro de la misma cooperativa. Pasaron de una en la que estaban desde hacía tres años, pronta para recibir a un miembro más de la familia, a otra más amplia capaz de responder a cuatro integrantes, no sin antes refaccionarla porque había quedado “destruida” por los habitantes anteriores.
“Los bebés comen cada tres horas, por lo que dormir mucho es casi imposible. Sin contar que la casa se llenó de visitas, pañales, mamaderas y todo lo que implica cuidar a tres recién nacidos a la vez. Fue un cambio total”, cuenta Sheila, mientras Alejandro asiente. La pareja sabe que este camino no será fácil, pero se sienten rodeados de apoyo. “Mis padres y mis suegros están siempre con nosotros, ayudando en todo lo que pueden. La rutina es demandante, pero nos hemos ido adaptando”, agrega.
A pesar de las dificultades, la pareja se siente bendecida. “No sabíamos qué esperar cuando nacieron, pero ahora estamos tan agradecidos de que los tres estén bien. Con el tiempo, se han ido adaptando a su nueva vida, y nosotros también. Ya duermen un poco más, lo que nos da un respiro”, dice Alejandro, quien trabaja en Baterías Ruta y pudo gozar de una licencia de 30 días (10 días por cada hijo). Eso sí, debió abandonar la presidencia de la cooperativa Coviazu. Sheila, por su parte, está de licencia maternal, pero decidida a dejar el trabajo fuera de su casa para dedicarse a sus hijos.
Hoy, los tres pequeños crecen saludables, aunque aún enfrentan los riesgos propios de los bebés prematuros. Pero la fuerza de la familia Pereira-Borges y la experticia del personal médico continúan siendo sus mejores aliados en este viaje.
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