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El gran DT

  • Foto del escritor: Pedro Dutour
    Pedro Dutour
  • 17 abr 2020
  • 8 Min. de lectura

(Foto: Santiago Balbis)


La vida suele ser paradójica y también los logros que se encuentran inmersos en ella. A Trébol le tomó 42 años para estrenar vuelta olímpica a nivel nacional, pero al entrenador Mateo Durán solo dos en su primera experiencia como cabeza del staff técnico de Primera División e, incluso, antes de tiempo respecto a la planificación previa. En un cronograma a tres años -diagramado desde que Mateo asumió el cargo-, se pensaba que el título de campeón del Uruguayo de rugby se podía dar en la última temporada de ese período (en 2019). Pero todo se precipitó. Para gloria deportiva del club y sus integrantes. “El 2017 lo tomo como un año de inicio, para llamarlo de alguna manera. Estaba en Intermedia y entré en Primera ese año, armamos una planificación de juego y en nuestra cabeza pensábamos en conseguir resultados fuertes en la tercera temporada”, confesó Mateo. “El primer año fue de aprendizaje, con un margen de error grandísimo; el segundo era seguir manteniendo ese margen de error pero acortándolo un poquito, siempre haciendo mucho hincapié en aprender de nuestros errores, en no limitarnos a equivocarnos. Y la verdad que se superaron mucho las expectativas iniciales, los jugadores fueron entendiendo y acoplándose a lo que queríamos y, por suerte, se consiguió un nivel que no esperábamos”, ahondó en el mismo sentido. Mateo, hoy con 32 años de edad, no pudo seguir jugando al rugby por diferentes lesiones en ambos hombros y pocos años atrás lo invitaron para “dar una mano” en las divisiones formativas. Entre 2015 y 2016 trabajó en Intermedia, y en 2017 tomó las riendas de la Primera en sustitución de Miguel Rizzo. Esa temporada, Trébol hizo una buena campaña -aunque cargada de altibajos- que le dio para alcanzar las semifinales, donde perdió ante Old Boys en una serie muy pareja. La ilusión de alcanzar la finalísima quedaba para otro momento. De cualquier modo, al quedar ubicado en el cuarto lugar, el conjunto sanducero clasificó para jugar en 2018 el Torneo del Interior B de Argentina que, pese a la eliminación en cuartos de final -cuando el equipo estaba para más-, lo terminó beneficiando para el resto del año. Para afrontar esa doble competencia -coincidió el inicio del Uruguayo con ese certamen argentino-, no había otra que conservar un plantel largo, determinante para aspirar a salir campeón. “Fue una de las claves, sin duda, pero los planteles largos siempre están”, aclaró Mateo. “Lo que nos obligó a ampliar los jugadores de Primera División fue el torneo argentino que se jugó en simultáneo con el Uruguayo. Debíamos tener dos equipos competitivos. No tengo duda que fue uno de los pilares del equipo que terminó ganando la final. Hubo 40 jugadores que participaron en Primera y eso nunca había pasado porque obviamente al tener un solo torneo rotás entre 20 jugadores. Levantó el nivel de todos los jugadores al darse una competencia (entre ellos) súper lógica”.


(Foto: Santiago Balbis)

Aprender de la derrota Trébol venía haciendo un gran Interior B de Argentina tras haberle ganado a Universitario de Mar del Plata, a Roca de la provincia de Río Negro y a San Martín de Córdoba, adjudicándose la serie. De ese modo, mantuvo la localía en cuartos de final para medirse con Marabunta de Cipolletti. Un buen arranque y un mejor primer tiempo, le daba ventaja al albiverde que superaba con claridad al elenco argentino en ese encuentro. Pero una reacción de la visita, más un encadenamiento de errores en Trébol, dieron vuelta la historia. Para Mateo eso marcó para bien a sus dirigidos: resultó ser una enseñanza que afianzó la convicción de sus posibilidades. “Hubo varios buenos partidos, pero uno fue clave, el de cuartos de final por el argentino contra Marabunta. Teníamos una planificación general de juego que debíamos respetar. En el segundo tiempo empezamos a hacer cosas que no debíamos hacer. Cuando perdimos quedamos con un dolor enorme porque pensábamos que podíamos llegar a la final”. “Pero rápidamente miramos el lado positivo, los entrenadores, los jugadores, y lo tomamos como una enseñanza. Y así fue. La base era jugar en equipo de principio a fin, que si alguien se salía del esquema nos podía llevar a perder partidos y partidos claves como ese. Después de ese encuentro, hubo un antes y después, por la enseñanza que nos dejó, obviamente no por el juego en sí. Fue un mazazo porque estábamos muy ilusionados. Lo asimilamos todos y lo tomamos de manera positiva, lo que nos dio fuerza para ganar el Uruguayo”, analizó Durán. Lo colectivo sobre lo individual Mateo también ponderó que “históricamente” se ha trabajado “muy bien” con las divisiones menores, que han alimentado con talento y dedicación a la Primera, proveyendo de excelentes jugadores al plantel principal. “De todas maneras, hicimos mucho hincapié en olvidarnos de las individualidades, a las que en otros años se las cargaban con muchas responsabilidades”, dejó en claro.

“Que cada jugador asuma el rol y priorizar el juego colectivo y en equipo; que salga uno y entre otro, y que se mantenga el nivel. Eso te lo da la competencia, que hizo jugar un equipo independientemente de los nombres, más allá de que en determinados momentos y partidos hay individualidades que pesan”, continuó. El DT aseveró que ese factor, el del juego colectivo, también resultó determinante para ganar en regularidad y obtener resultados, como el hecho de establecerse en lo alto de la tabla de posiciones -y en muchas fechas, primero- a lo largo de todo el campeonato. Trébol terminó segundo en la fase regular, apenas un punto por debajo de Old Christians, al que luego le ganó la final del 3 de noviembre.

Una planificación a largo plazo, que fuera “quemando etapa a etapa”, surtió el efecto deseado, con las cargas en determinados momentos, con descargas en otro, con una labor física bien cuidada y al detalle. “Luego de perder con Old Boys en nuestra cancha (por las semifinales del Uruguayo de 2017) y al comenzar el nuevo ciclo pusimos como urgencia mejorar la parte física. Se adelantó la pretemporada de 2018 para el 15 de enero, cuando normalmente se iniciaba en febrero, y se hizo un trabajo realmente impresionante por parte de todos los jugadores”, subrayó Mateo. “El aspecto físico en este deporte es clave y creo que se notó. Nos decíamos que éramos superiores a nuestros rivales físicamente, y todos los partidos se terminaban definiendo en los últimos 20 minutos donde se notaba nuestro resto físico”, prosiguió con un dejo de orgullo. Algo que también se vislumbró en la gran final. “Old Christians es un equipazo pero realmente vi a Trébol con más resto. Me quedó esa impresión”.


Olvidarse del rival En una tarde agradable, algo ventosa y con el sol a pleno, en cancha de Old Boys, Trébol escribió la mejor página de su historia al derrotar a Old Christians en una definición por penales luego de empatar en 22 en los 80 reglamentarios y en los 20 suplementarios (en el que valía la muerte súbita). Bastó un solo lanzamiento a los palos por bando: falló Ignacio De León por los azules y convirtió Alejo Durán para el albiverde, no sin suspenso. ¿Qué se dice antes de una final? ¿Cómo se prepara? “Pensé y repensé mucho cómo encarar esa final. Dentro de las planificaciones estaba mejorar partido a partido. En casi todas las disciplinas cuando sos mejor que tu rival tenés muchas más chances de ganar. Así, priorizamos olvidarnos del rival, jugar nosotros y mejorar la defensa y el ataque respecto al partido anterior. Proponer siempre lo mismo sin importar qué había enfrente”. Ya en las semifinales ante Carrasco Polo -otro duelo para el mejor recuerdo, con momentos inolvidables-, entraron en la “disyuntiva” sobre cómo acometer esa serie a dos encuentros. “Son partidos especiales donde lo emocional pesa mucho. Teniendo muchas charlas con distintas personas decidimos apostar a lo que habíamos hecho todo el año. Al ser nuevo en esto tenía mis dudas. Terminamos optando por seguir con nuestra propuesta, si no salía mala suerte y quedaba un aprendizaje para más adelante. Eso me llevó a respetar una idea y a morir con la nuestra”. “En los partidos definitorios cargamos las pilas dándole mucha confianza a los jugadores, que supieran que habían hecho un trabajo excelente durante todo el año. Que creyeran. Nos enfocaron en eso y no tanto en el juego, y muchísimo menos en el rival, enfocados en nosotros”, insistió Mateo sobre la filosofía de juego y la actitud para enfrentar los desafíos. “Hubo jugadores que debutaron en Primera y parecían que estaban jugando en el patio de su casa, incluso en las semifinales y en la final. Por la confianza que tenían”. Entrega, juego, fe, confianza, compañerismo. Apenas algunas de las grandes virtudes de este Trébol que el cuerpo técnico que encabeza Mateo Durán llevó a lo más alto para gritar campeón por primera vez.


Hermanos y amigos

Como club que imparte una actividad amateur y con un fuerte contenido social, es lógico que se termine jugando con amigos -que serán para toda la vida- y también con familiares. Como entrenador, a Mateo Durán le sucedió lo primero, claro está, y lo segundo, al llegar a dirigir a tres de sus hermanos. En 2017, cuando arrancó como DT del albiverde, en el plantel de Primera estaban Juan Pablo, Alejo y Lucas Durán; en 2018, retirado Juan Pablo, quedaron Alejo y Lucas. 
“Tengo hermanos y amigos íntimos, y gente más grande que yo”, dijo sonriente Mateo. “El primer año fue un desafío importante. Con amigos míos y hermanos, me preguntaba cómo iba a ser el relacionamiento entre jugadores y entrenadores. Y la verdad que quedé impresionado por el respeto y la educación que se inculca en el club; que les hablara un tipo más chico y tuviera un apoyo brutal. Me la hicieron muy fácil. El grupo entendió que íbamos a manejar la parte técnica y ellos tenían que ocupar su papel. Al cabo de dos meses, se transformó en una relación natural. Pero fue un tema en su momento”, confesó. 
“Todo parte de la filosofía del club. Todo sale del sacrificio de los jugadores amateurs, que se rompen todo para estar. Sacrificio y humildad que se han generado de generación en generación en el club. Acá te muestro la punta del iceberg, todo el resto nos lo dio el club”, destacó el entrenador. 


Sin comida de los jueves

Cada jueves del año, tanto el grupo de Paysandú como el de Montevideo, se organiza una comida con los miembros del club. Mateo Durán, el DT de Trébol, acostumbra a no faltar a ninguno de estos encuentros, donde se frota la amistad y se afianza el compañerismo y el sentido de pertenencia.
Pero en las últimas de 2018, en el momento de definición del Uruguayo, dejó de acudir. Y lo hizo por cábala pese a no ser cabulero como él mismo afirma. “Siempre fui a las comidas de los jueves y la anterior a Carrasco Polo (semifinales) tuve un evento por el trabajo y no pude ir. Fuimos y ganamos en Carrasco Polo. Para el jueves siguiente uno me pidió que no fuera a la comida. No soy cabulero pero no iba a correr el riesgo. Pasamos (a la final) y el jueves siguiente tampoco (previo al choque con Old Christians) asistí; me guardé en casa”, detalla el entrenador. “Y funcionó”, añade entre risas. Claro está: la cábala pasó y Mateo volvió a presentarse en esas míticas comidas de los jueves.  


Mateo Durán

“Como hinchas del club su crecimiento es lo primordial, el objetivo real es crecer como club en varios aspectos, de valores humanos sobre todo, de venir a pasarlo lo mejor posible. En eso nos enfocamos”.
“Como somos deportistas y en la competencia querés ser los mejores trabajamos para eso. Pero la victoria se dará cuando tenga que darse, el foco está más allá de lo deportivo”.

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