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El arte, la academia y la unión de dos mundos

  • Foto del escritor: Pedro Dutour
    Pedro Dutour
  • 15 jul 2022
  • 9 Min. de lectura

Ricardo Pascale junto a su obra que conmemora los 100 años del Club de Golf de Monevideo.


Ricardo Pascale es el perfecto enlace de caminos que parecen opuestos. De actividades que, a primera vista, no tienen que ver una con otra. De abordajes de la vida, a priori, diferentes. No obstante, realizados con excelencia y con destaque. Con la capacidad de unos pocos: el éxito con profesionalismo en campos disímiles. En este caso, se trata de confluir con elegancia en el mundo de la economía, en la academia y en el arte.

Porque Pascale ha incursionado en todo eso y en sus casi 80 años, el que fuera el presidente del Banco Central –nada menos que en el período post dictadura–, emerge hoy como uno de los escultores más renombrados de nuestro país. Con modos refinados pero sencillos y cercanos, como el caballero y señor que es, dice que el interés artístico surgió desde la infancia, algo que su madre logró notar.

“Mi madre decía que dibujaba bien. Yo era un botija, y me empezó a llevar a alguna profesora de arte, una de esas mujeres muy avanzadas para el tiempo. Hablamos de finales de los años de 1950”, comienza a relatar. Eran momentos de las llamadas “vacas gordas” para el país y también de la época de mayor gloria del fútbol uruguayo. “Cuando todavía salíamos campeones del mundo. Cómo no voy a recordar. Eran grandes momentos en los que vi jugar a grandes jugadores como Schiaffino, Miguez, Gambetta, Tejera. Lindos años”.

Por tanto, en su niñez-preadolescencia comenzó a adentrarse en el dibujo, acuarela, técnica mixta, crayola, crayón, acrílico y un “poco de óleo y demás”. La profesora Elsa Carafí, que por entonces integraba un grupo de pedagogas de arte junto a Mercedes Antelo, Bell Clavelli y Quela Rovira, le enseñó sus primeras técnicas; todas estas docentes, asegura, lo dejaban “hacer más o menos lo que quisiera”. Le daban libertad artística. La escultura llegó después, ya cuando su carrera académica estaba más desarrollada y por la década de 1990. “Cuando voy al taller de Nelson Ramos”, cuenta Pascale.

Nació en el barrio Palermo de Montevideo y acudió a la escuela N° 94, ubicada entre Yaguarón y Ejido; luego asistió al liceo N° 1 José Enrique Rodó (Colonia y Convención), y más tarde al IAVA (Instituto Alfredo Vásquez Acevedo, por calle Rodó) para completar el bachillerato (único en la capital que tenía quinto y sexto de Secundaria).

“Es un edificio fantástico”, menciona. “Era una linda época con grandes profesores como Real de Anzúa, Ángel Rama o Idea Vilariño. Era un deleite. Después llegó la universidad. Y ahí hice toda mi carrera docente, donde sigo estando”. En su tiempo universitario estudió unos años en el edificio que hoy ocupa la Facultad de Derecho, para luego sí hacerlo en el actual emplazamiento de la Facultad de Economía en la capital.

Así, se graduó en 1966 de contador público en la Universidad de la República; en 1969 estudió como fellow en el Instituto de Desarrollo Económico del Banco Mundial en Washington; entre 1975 y 1976 acudió a la Universidad de California, Los Ángeles, en la que recibió el diploma de estudios posdoctorales en finanzas; y se convirtió en doctor en Sociedad de la Información y del Conocimiento por la Universidad Abierta de Cataluña (2007), en la que aprobó su tesis doctoral con la calificación de sobresaliente Cum Laude.

La época universitaria y el trabajo profesional nunca le impidieron a Pascale detener su quehacer artístico, y entre tanto viaje pudo permitirse conocer a maestros avezados en el barroco, en el renacimiento y en las técnicas más contemporáneas. Dice que “permanentemente” visitó cuanto museo de cada ciudad que estuvo y que se adentró en sus callecitas llenas de historia.

“Son una parte central de mi visita: el arte y la arquitectura de cada lugar que voy. No solo la arquitectura presuntuosa sino también las pequeñas maravillas de los pequeños pueblos italianos, españoles, franceses… viendo cómo resolvieron sus respectivos problemas. Son cosas que uno sin querer luego la va agregando a las obras”, acota.

En 1985, con el retorno de la democracia, pasó a ocupar el cargo de presidente del Banco Central del Uruguay, función que cumplió hasta 1990 (luego tendría otro pasaje como tal entre 1995 y 1996). En el que el arte tampoco podía faltar a la cita. Por sugerencia de Jorge Abbondanza, creó el Premio Pedro Figari en Artes Visuales –que se mantiene en la actualidad– y comenzó la creación de una pinacoteca. A su vez, se adquirió una vieja casona en la Ciudad Vieja de Montevideo para la sede del Museo Figari.

En 1989, a raíz de ese constante interés recaló en el Centro de Expresión Plástica que dirigía Nelson Ramos, un artista visual oriundo de Dolores y que falleció en 2006. Durante cuatro años pasó por todas las técnicas hasta que, de a poco y ante la necesidad de trabajar en el espacio, incursionó en la escultura con maderas, hierro y textiles.

“Nelson Ramos era un fantástico maestro y persona. Un día me dice: ‘¿Te estás dando cuenta que te está saliendo el plano, no?’. Efectivamente me estaba saliendo porque estaba buscando el espacio, y ahí me fue estimulando y empecé con pequeñas cosas, lentamente. Y ahí fuimos armando lo que podíamos. Después me dediqué a la escultura los últimos años con él, y luego sí, siempre a la escultura”, retoma Pascale rememorando sus tiempos con el maestro. “Sin dejar la parte académica mía”, aclara. “Transito los dos caminos sin problemas. Al contrario, más bien con sinergia uno de otro”.



En 1995 Ramos lo impulsó a que realizara su primera muestra individual, que se llevó a cabo en la Alianza Cultural Uruguay-Estados Unidos de Montevideo. Ese mismo año presentó una en Buenos Aires, y así disparó una serie de exposiciones nacionales e internacionales que no han parado. Ya para 1999 fue invitado a concurrir a la Bienal de Venecia representando a Uruguay y dos años más tarde participó en la de Cuenca.

Desde entonces sus obras han participado de muestras individuales y colectivas en Santiago de Chile, Lima, Quito, México DF, Asunción, Madrid, Nueva York, Washington, Miami, Roma, Milán, Madrid, Barcelona, Valencia y Berlín. Sus obras forman parte de numerosas colecciones de museos y coleccionistas particulares de países de Europa, Asia, América del Sur y América del Norte. En espacios y edificios públicos de varios países se encuentra una parte considerable de su producción artística.

Pascale, en esta notable trayectoria en el arte contemporáneo de poco más de dos décadas, asegura que no ha tomado una referencia en particular, sino que se ha nutrido de todo lo ha visto y vivido durante toda su vida. “Es difícil decir qué corriente me ha influido más”, dice.

“Lo que sí influye mucho es ver el buen arte; al arte también lo educás. Si ves mucho buen arte, tu ojo lo va incorporando. No me atrevería a decir que tuve una influencia de alguien de modo consciente. De repente, inconscientemente de tanto ver, horas a veces, hay influencias maduradas de algún autor. Entre todos me van dejando un estilo, voy tomando las enseñanzas de varias cosas y las voy incorporando”, añade.

A Pascale le gusta afirmar que ha sabido conectar sus mundos, el académico y el artístico. “Tejí las dos cosas”, destaca. Incluso para encarar los proyectos artísticos adopta una metodología como si estuviera ante un reporte. “Yo me aproximo a una obra como si tuviera que hacer un estudio académico. En el sentido que tengo un método: voy probando, investigando. Creando. También recreando. Obviamente, el objeto final es distinto. Pero el método está presente, la existencia de un método o de un proceso cognitivo de investigación se encuentra en ambas ramas”.

En 2002, Pascale publicó el ensayo “La imagen en la búsqueda”, donde trata las relaciones entre medicina y artes visuales. Un año más tarde, lo declararon Ciudadano Honorario de San Fele, Italia, localidad originaria de su familia, y por su aporte a la escultura recibió la distinción de Cartero Honorario del Uruguay. A su vez, en 2005 obtuvo el Premio Morosoli por su obra escultórica, y el título de Cavaliere della Repubblica Italiana conferido por el gobierno de Italia; en 2009 le dieron el Premio Rioplatense Rotary Club de Buenos Aires y Rotary Club de Montevideo por sus aportes a las ciencias y las artes. En 2012, se adjudicó el Diploma di Gratitudine al Merito della Provincia di Potenza.

Una de sus recientes obras, ha sido la conocida como “100+” para celebrar los 100 años del Club de Golf de Montevideo, del cual es socio vitalicio. En esta realización, el también presidente de la Comisión Nacional de Artes Visuales del Ministerio de Educación y Cultura, deja en claro su perfil de abstraccionista, como lo denominan los especialistas. En lugar de representar figuras concretas del mundo real, propone una realidad distinta a través de un lenguaje propio e independiente.

“Siempre es difícil hacer una obra cuando se tiene que representar algo. Que marca un momento o una situación; es distinto que realizar una obra para otra cosa”, continúa Pascale. “Antiguamente se hacían esculturas de tipo figurativas, como el monumento a Artigas, esas cosas. Se ponía un señor o señora y el escultor hacía una maravilla para plasmar la figura del homenajeado. Eso hoy día con una impresora 3D se hace rápido y perfecto. Para una escultura más abstracta, contemporánea, y no figurativa, tenemos que ver primero el espacio. Con qué espacio cuenta” como es el caso de la escultura en el Gofl capitalino, ahonda.

“Si es cerrado o abierto. Para intervenir el espacio es necesario hacerlo en la medida de lo posible, para darle más interés todavía. Y no estropearlo. Ni la obra ni el espacio. Después viene el tema del tema, valga la redundancia. Y hay que pensarlo. En este caso me incliné por una esfera. Todo es un proceso de mucho pensar, y de dibujar. Ya cuando se va a plasmar la obra, es la tarea menos importante. Menos complicada” explica.


Años de banco


A esta mente brillante, de visión amplia y patriota, le cayó la tarea de tomar el mando del Banco Central del Uruguay en 1985, año en que el país recuperaba la democracia luego de 12 años de dictadura. Se trataba de un hierro caliente que decidió agarrar por el bien de la nación.

“Fue una época extraordinariamente difícil. No soy un hombre de la política, no soy un militante. Me sentía extraño pasar del mundo privado a ese. Pero el país estaba destruido, y creían que podía serles útil. Aunque cabía la posibilidad de decir que no, hay momentos en la existencia que no hay que hacerlo. Estábamos en la salida de la dictadura, con serios problemas de carácter económico y político, y por distintos temas que no eran de mi incumbencia influían en la economía”, relata Pascale. “No pude decir que no y lo hice con mucho gusto, y me siento muy honrado de haber podido servir a mi país en esa posición en un momento muy duro”.

Afirma que en aquel período de trabajo en el Banco Central, no hubo nadie allí que no se enfermara por la tensión y estrés reinantes, pese a que “había un clima político y social favorable” para que las cosas funcionaran bien y no se laborara en un clima hostil. “Pero igual se sentía una gran responsabilidad, porque en definitiva se estaban definiendo muchas cuestiones de la vida de la gente. Entonces había que ser muy cuidadoso y respetuoso de todo eso”.



Dentro de su amplia actividad, hubo lugar también para escribir varios libros. El último vio la luz el año pasado: “Del freno al Impulso. Una propuesta para el Uruguay futuro”, en el que hace un llamado para que el país pueda avanzar en base a generar valor agregado. “Un salto de calidad para no estar condenados a ser lo que los demás quieren que seamos”.

“Lo que pasa es que Uruguay tiene una mala relación con el futuro”, asevera. Y ahonda: “En el sentido que no se piensa en el futuro. Rara vez se encontrará una referencia sensata, seria, trabajada, sobre el futuro. Siempre es a corto plazo. Si se miran todas las noticias siempre son sobre impuestos y si bajó esto o lo otro. Todo importante, y hay que hacerlo bien, pero resulta raro encontrar un artículo sobre el futuro. Para dónde vamos. Cuál es la idea. Si le preguntara a usted para dónde va el país, resultaría complicado decirlo. Uno diría que la vamos llevando. Pero de qué estamos hablando. Es complejo”.

Pascale dice, para que “nadie se confunda”, que este no es un tema de ahora, sino que es “así desde hace 70 años”. “Esto empieza después de la guerra de Corea (1950-1953). Empezamos a perder el dinamismo y nos hemos alejado de países que han sido referentes para nosotros como Finlandia, Nueza Zelanda, Australia, Singapur, entre otros”.

Cada empresa que ha acometido lo ha hecho con pasión y rigor, con gusto, y con mucha delicadeza y profesionalismo. Pero hay algo especial cuando habla de la docencia; que se le nota al hablar. Lo dice con más orgullo. En ella se encuentra inmerso desde sus 24 años de edad, y al parecer no piensa abandonarla. Además, se siente en deuda. Una deuda de caballero.

“Es muy linda la docencia. Con ella trato de devolver todo lo que han hecho por mí todos los uruguayos. Nunca pagué un peso. Fui a la escuela pública, liceo y universidad públicos y cuando me fui al exterior tuve becas. A mí me lo pagaron todo, todos los uruguayos, los pobres, los de mediana condición económica y los ricos. Por lo menos, los de esa época quedamos con una deuda muy grande con los ciudadanos del país”.

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