El éxodo del pueblo Scout
- Pedro Dutour
- 22 ago 2023
- 6 Min. de lectura

Foto: Guillermina Urrutia.
Una experiencia humana y espiritual. Una práctica que sirve para conocerse a sí mismos. Para desafiarse. Una instancia para acudir al encuentro con la parte más profunda de su ser. El Éxodo Joven del Movimiento Scout del Uruguay, organizado por su Pastoral Católica, apunta a responder a la necesidad de los adolescentes y jóvenes de hincar el diente en la vida del espíritu y a descubrir su fe en un clima de aventura Scout, como ellos mismos lo definen. Y este Éxodo Joven tiene lugar en nuestro departamento, y finaliza en la legendaria Meseta de Artigas luego de tres días de travesía.
Este julio pasado tuvo lugar la edición número 18 de este evento solo interrumpido dos veces: una vez por una inundación y otra por la pandemia. Al mismo tiempo, los Scouts tienen tres tipos de grupos para estas andanzas. El Éxodo 1, para los debutantes, y el Éxodo 2 y 3, para los que repiten y buscan remarcar las vivencias. Cada cual se diferencia del otro y, en esta ocasión, el 3 aún no tuvo lugar. Todo encaja en las máximas del scoutismo: cuidar y beneficiarse de la naturaleza, espiritualidad y servicio a la comunidad.
Gonzalo Medina, coordinador general del Éxodo Joven 2023 e integrante de la Pastoral Católica del Movimiento Scout, dijo que se trata de una “actividad basada en procesos”. Al pie del monumento al prócer en la Meseta, y minutos antes de iniciar la misa con que se concluye esta experiencia --Medina se encargó de amenizar con la guitarra--, mencionó que en el Éxodo 1 participaron “32 chiquilines de diferentes partes del país” --de Montevideo, Pando, Las Piedras, Paysandú, e incluso de Argentina-- y 15 en el 2, los que en 2022 hicieron el primero.
La consigna de esta iniciativa es caminar 70 kilómetros durante tres días, con trayectos de entre 25 y 30 kilómetros las dos primeras jornadas, y un poco menos la última. Comienzan en Lorenzo Geyres, pasan por Quebracho y Santa Kilda, y terminan en la Meseta de Artigas. El primer día es un “encuentro conmigo mismo”; el segundo, “un encuentro con los demás”; y el tercero, en el que se camina menos y en el que pernoctan previamente en Chapicuy, “es un encuentro con Dios para celebrar esta Eucaristía el domingo”, explicó Medina.
El Éxodo Joven se sigue por caminos vecinales y por las vías del ferrocarril. El Éxodo 1 no siempre acampa; por ejemplo, la primera noche la pasaron en el salón de la capilla de Santa Teresa de Quebracho. El Éxodo 2 sí lo hace, y el 3, que tiene lugar días después, también; en el que piensan retomar la idea de hacer el recorrido embarcado, desde el Saladero Guaviyú hasta la Meseta de Artigas. “Es un poco distinto”, aseguró Medina.

Foto: Guillermina Urrutia.
De cualquier modo, para todos el objetivo apunta a una “actividad religiosa”, de apostolado con los jóvenes. “Acá se viene a hablar de Dios, aunque para los chicos a veces es difícil. Pero se va sembrando. Pasan bien y cada año nos demuestran que esto vale la pena. Nosotros venimos a dar lo que tenemos y el resto lo pone el Espíritu Santo. Físicamente dan todos un poquito más. Entonces también lo viven. Hay llagas, hay raspaduras, hay dolor, y ellos lo entregan todo para que esto salga y en ningún momento los ves desanimados. Caminaron estos últimos 16 kilómetros desde Chapicuy hasta la Meseta, lo dieron todo, hasta el que estaba lastimado, ampollado, todos fueron para adelante”, remarcó el coordinador de esta travesía.
Sin miedo
En un ambiente de regocijo y de satisfacción tras el esfuerzo cumplido, de muchas risas y alegría juvenil, los chicos se sentaron a la sombra del monumento al prócer en la Meseta para escuchar la misa presidida por el sacerdote Ricardo Villalba, el capellán que tomó parte de su quinto Éxodo; hoy vive en Salto y, anteriormente, en Montevideo, donde estuvo como director del Liceo Jubilar Juan Pablo II y también como párroco del problemático barrio Casavalle.
Como signo de unión, se encontraba allí el presidente del Movimiento Scout del Uruguay, Santiago Granati, y otros miembros de su consejo directivo; y también Ruben “Nano” Barboza (72), toda una institución para ellos y que lleva 22 años con la Pastoral Scout, y que el pasado 8 de julio recibió un reconocimiento por parte de la Conferencia Mundial de Scout Católico. Se trató del quinto galardón de este tipo que recibe el scoutismo católico de América Latina, de un total de 168 en todo el mundo.
Foto: Guillermina Urrutia.

El desarrollo de la Eucaristía contó con algunas explicaciones litúrgicas por parte del cura, que sirvieron especialmente a aquellos jóvenes que no estaban familiarizados con la religión católica y sus ritos. En la homilía, el padre Villalba rogó a todos los presentes a que “conozcan más de la fe” y que “no le tengan miedo a Dios”.
Una vez culminada la misa, el lugar retomó el bullicio y, antes de bajar a almorzar, llegó el turno de las fotos grupales con el imponente río Uruguay de fondo, con esa extraordinaria vista que alguna vez impactó al Jefe de los Orientales. En ese marco, Belén, montevideana y de 20 años, dijo que antes de sumarse al Éxodo 1 “no tenía expectativas”. “Estaba un poco desmotivada y no me encontraba segura de venir”, indicó.
“Y ya desde el ómnibus y a la llegada, empecé a notar donde realmente estaba y lo que implicaba el Éxodo, la gran caminata y la distancia, que era bastante exigente. Estaba un poco en duda de mis condiciones físicas, pero me sorprendí; el grupo humano te motivaba a seguir y llegar acá a la Meseta”, relató.
Belén, que nunca había estado en esta zona de Uruguay y que lleva tres años con los Scouts, contó que al segundo día le dolió mucho la rodilla izquierda y el tobillo derecho. En la jornada siguiente, algo recuperada, pudo caminar sin mayores inconvenientes. “Fue muy rica la experiencia, la súper recomiendo para que se animen. Parece mucha (la caminata) pero se hace y además está el intercambio humano y todo lo que se aprende el compartir con los compañeros”, subrayó.
Para Luciano, de Pando y también de 20 años de edad, el Éxodo 1 resultó ser un “método” para superarse en su vida. “Antes de esto no hacía mucho por mí; siempre me quedaba en la zona de confort y esto fue como un ‘che, si puedo superar esto, supero todo lo que tenga que venir’. Lo hice y siento que puedo con todo”, dijo quien en el futuro próximo piensa convertirse en chef.

Foto: Guillermina Urrutia.
En referencia a la travesía por el departamento de Paysandú, aseveró que los 70 kilómetros le parecieron “muy exigentes”. “Tengo ampollas en todo un pie y se me hinchó; llegué a caminar con un bastón. Pero estoy bien. ¿Y la comida? Excelente, la mejor comida de mi vida porque después del esfuerzo estaba diferente literalmente, y el agua era como oro prácticamente, toda gota se cuidaba”, detalló.
Este estudiante de gastronomía, que vivió un tiempo en Punta del Diablo y que lleva dos años en el Movimiento Scouts, no dudó en afirmar que el grupo representa un “hermano” y que, tras romper la vergüenza del inicio durante el Éxodo Joven, cada uno se convierte “en un compañero de vida”. Para Luciano, el haber ingresado al ámbito scout representó su “mejor elección”. “Te digo, el Movimiento Scout es como un hermano, una familia enorme por todo el mundo”, insistió.
Conectar
Felipe (19) de Montevideo, Cristian (25) de Las Piedras, Ignacio (19) de Paysandú y Melina (18), también de Montevideo, son cuatro jóvenes que realizaron el Éxodo 2. Y se mostraron encantados. Ya estaban pensando en hacer el tercero.
“Para nosotros ha sido conocer mucha gente en la misma sintonía y encontrar un tremendo espacio para desconectar y reflexionar; conectar un poco más con lo que está fuera de nosotros y también con lo que está dentro”, dijo Felipe.

Foto: Guillermina Urrutia.
Incluso sabiendo a lo que venían --luego de haber hecho el primer éxodo el año pasado--, la experiencia sigue siendo “muy fuerte”. “Lo que pasa es que arrancás el 1 y te quedan unas ganas enormes de hacer el 2, el 3. Como que necesitás llegar a más, llegar a este camino espiritual. Espero que lo concluyamos en el próximo, pero las ganas del reencuentro con la gente que compartiste toda esta experiencia son enormes. Es una progresión personal que vas haciendo, y vas aumentando y querés más”, confesó Cristian.
Ignacio y Melina intervinieron para remarcar que sin dudas se apuntan al venidero éxodo, que para ellos será el tercero y definitivo. “Ya firmamos”, aseguraron entre risas. Se mostraron encantados por ese intercambio que fluye con el resto del grupo, pese a las “tantas diferencias” que puedan existir entre los miembros. “Pero a la vez tan iguales que te hace hermanos. O sea, no nos conocemos, pero te reconozco”.
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