El duro Chaco paraguayo y su magia: religión, etnia, tradición y desarrollo productivo
- Pedro Dutour
- 16 oct 2023
- 11 Min. de lectura

La colonia Fernheim de Filadelfia, Paraguay. Foto: Guillermina Urrutia.
Los menonitas arribaron por primera vez a esta difícil región a fines de la década de 1920; con el paso del tiempo, y conservando sus costumbres, erigieron toda una gran estructura social y económica
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Algunos se visten a la vieja usanza, cual amish, aunque la gran mayoría viste a lo occidental. Eso sí, sin ser llamativos y bastante tradicionales. Pese a que ya todos son paraguayos, hablan un español fluido pero enrevesado, como si fuera un segundo idioma. Bueno, lo es para esta comunidad. Entre ellos, fluye el alemán, incluso delante de otros que no entienden esa lengua. Los menonitas se encuentran súper integrados y son la fuerza pujante de la zona. Con sus propios supermercados, comercios y tiendas. Sus tierras, emprendimientos y negocios. Caminan con tranquilidad y se pueden ver familias enteras haciendo mandados. Perfectamente identificables, suelen mostrarse rutinarios y de costumbres disciplinadas. No solo por la ropa sino también por la comida y horarios.
Su enclave se encuentra a cinco horas de Asunción a través de una monótona carretera rodeada de arbustos y palmeras; lejos de los grandes poblados; en medio de una zona llamada infierno verde, con un clima muchas veces hostil; sin facilidad de acceder a importantes cursos de agua; sobre un suelo arenoso y de fácil erosión. Se trata del severo Chaco paraguayo. Un lugar que, a priori, parecería inhóspito, pero que este grupo étnico-religioso lleva casi un siglo haciendo patria.

El Portal de la Libertad en Filadelfia. Foto: Guillermina Urrutia.
Fuera de la “tierra natal alemana” desde hace cuatro siglos, los menonitas se encuentran presentes en Paraguay desde la década de 1920, y se distribuyen en tres grandes colonias en las ciudades de Filadelfia, Loma Plata y Neuland. Son –en general– altos, blancos, y sostienen una estructura organizativa en todos los niveles, desde lo educativo, pasando por lo social, hasta lo productivo y económico. Una perfecta máquina alemana en suelo guaraní. Que, además, ha sabido acoplarse con los pueblos originarios, en un intercambio intercultural, y laboral también, que pervive pacíficamente.
“Los menonitas son el primer grupo de iglesias libres. Es decir, no del Estado como las otras iglesias grandes, ni del pueblo”, comenta Kornelius Neufeld, uno de los referentes menonitas de la colonia Fernheim que se ubica en la ciudad de Filadelfia. Los menonitas son una rama pacifista del movimiento cristiano anabaptista, originado en el siglo XVI durante la Reforma protestante. Su fundador, Menno Simons, desarrolló una intensa labor en Holanda, el norte de la actual Alemania, y el noroeste de Polonia.
Filadelfia fue establecida –en 1930– en base al impulso menonita y la colonia Fernheim que se afincó en una zona cedida por el Estado paraguayo. La ciudad, de unos 20 mil habitantes en la actualidad, parece aplicar cierta impronta germánica, con su orden alrededor de la avenida principal, colmada de lapachos en sus canteros centrales, y el cuidado de la vegetación en unas calles que suelen ser bastante polvorientas. La colonia tiene allí siete museos dedicados a su historia y ha erigido tres monumentos, levantados cada 25 años (recordando su llegada a la región).

Las camionetas de todo tipo hacen notar las dificultades que presentan los caminos, los carteles en alemán recuerdan de forma continua la huella menonita, y los indígenas guaraníes –que viven en variadas comunidades en la periferia y más allá– brindan una imagen de diversidad cultural total. Tiendas, supermercados, galerías, hospital, transporte, las escuelas, las iglesias, emprendimientos que se esparcen por la urbe llevan el nombre y sello de los menonitas.
Neufeld, de hablar pausado pero apasionado y sentido, estuvo como misionero en Uruguay y conoció las colonias menonitas uruguayas en El Ombú, cerca de Young, Gartental, en la zona de San Javier y Delta en el kilómetro 94 de ruta 1 (San José). Hoy es director de Cultura de la colonia Fernheim y suele hacer de guía en los museos, como ahora, que explica la dinámica menonita en el Museo “Un paseo por nuestra historia” ubicado sobre la avenida Hindenburg, frente al hotel Florida, perteneciente, por supuesto, a los menonitas.
Menciona que los menonitas son alrededor de 2,6 millones en todo el mundo. Y han sido marcados por la persecución. Motivo por el cual se encuentran en Paraguay. “La iglesia verdadera de Cristo siempre suele ser perseguida. Tenemos mucha persecución a nivel mundial de los cristianos”, asegura.
En el caso de este grupo étnico, la cacería comenzó ya en el siglo XVI que lo hizo huir de Países Bajos hacia la actual Polonia –Prusia, entonces– para instalarse sobre el río Vístula. “Allí se establecieron colonias menonitas y vivieron su fe en tranquilidad, ya no en una sociedad germana, sino en una sociedad eslava”, relata Neufeld. No obstante, las persecuciones se sucedieron: Federico el Grande les prohibió comprar más tierras –“el quería soldados” y no menonitas, dice Neufeld– y marcharon hacia Ucrania gracias al apoyo de la zarina Catalina II la Grande para asentarse en la colonia Jórtytsia, conocida como Chortitza, y más tarde en la colonia Molotschna, donde estaban sobre todo los antepasados de la Fernheim.

Uno de los museos menonitas de Filadelfia. Foto: Guillermina Urrutia.
Luego de un siglo en el imperio ruso, las políticas de rusificación y la obligatoriedad del servicio militar –en contra de su pacifismo– desencadenaron un nuevo exilio de menonitas. Más tarde, y luego de un paréntesis de relativa prosperidad, bajo el régimen de Josef Stalin sufrieron la confiscación de bienes y fueron deportados a campos de concentración en Siberia y Asia Central.
Neufeld, cuyos antepasados provienen de Ucrania –aunque antes estuvieron en Polonia y en Rusia–, indica que en 1874, cuando el gobierno ruso prohibió el alemán en las escuelas y les sacó el derecho de no hacer el servicio militar, un tercio de todos los menonitas abandonó Rusia. “Unos 18 mil menonitas se fueron a Canadá y a Estados Unidos, entre ellos los más tradicionales; estos no podían vivir con este problema de que sus hijos no iban a tener derecho en las escuelas a hablar en alemán, y de forzarlos a hacer el servicio militar”.
Tras un “apogeo”, que se prolongó entre 1880 y 1914, arribó una nueva época de la mano de la Unión Soviética, con renovados problemas para los menonitas, como la hambruna en Ucrania provocada por Stalin. Tres tíos de Neufeld murieron allí. Por tanto, para fines de la década de 1920 se inició una nueva salida: unos 4.000 menonitas abandonaron territorio soviético y, a través del “portal de la libertad” –un portón de hierro ubicado entre Rusia y Letonia–, iniciaron la travesía que los depositaría en el Chaco paraguayo.

Filadelfia, Paraguay. Foto: Guillermina Urrutia.
Como asevera Neufeld, desde los primeros comienzos la vida en el Chaco resultó ser una “lucha por la existencia”. Como sello de la forma de administrarse, la colonia Fernheim desde un principio se mueve y organiza entre la Asociación Civil (sector administrativo, social, de salud, educación, mantenimiento vial y seguridad), y la Cooperativa Multiactiva (comercial, servicios, industrial, producción ganadera, sector lechero, etc). Y con esta plataforma, y por medio de esa lucha, la colonia ha forjado un gran avance. “A pesar la inhospitalidad del clima chaqueño, de la invasión de langostas y hormigas, así como de algunos fracasos, con el correr de los años se pudo observar un paulatino ascenso en el desarrollo económico”, dice el libro Fernheim, un paseo por nuestra historia, coelaborado por el propio Neufeld.
Loma Plata
A unos 20 minutos en auto al Este de Filadelfia, se encuentra ubicada Loma Plata, una ciudad de unos 6 mil habitantes y otro punto clave de los menonitas en la zona. Es más, la colonia Menno, allí instalada, fue la primera fundada en Paraguay y América del Sur, y en todo el hemisferio sur, en 1927.
Patrick Friesen, gerente de comunicación de la Asociación Civil Chortitzer, detalla que en Paraguay son cerca de 45 mil menonitas –unos 11.500 en la colonia Menno–, con la particularidad de que el menonita paraguayo presenta “una connotación étnica”: “Porque tiene esa apariencia europea, tiene un estereotipo de que no habla bien el español, que se organiza en forma comunitaria, que es cooperativista de alguna manera, que presenta alguna forma de anabaptismo o que cree que es un evangélico, en algunos casos se viste de manera rara, de mamelucos, o que hay mujeres que no emplean la tecnología. Esto implica en muchos casos el concepto o la palabra menonita en Paraguay”.

Loma Plata, Paraguay.
Para los más tradicionalistas, para los más modernos, para los más creyentes y no tanto, el “factor común” siempre ha sido el dialecto coloquial derivado del alemán que utilizan al hablar –no al escribir– conocido como plautdietsch. A su vez, explica que las estructuras en las que manejan su vida y que organizan a las comunidades, se sustentan en una asociación para las necesidades sociales, y en una cooperativa para los servicios financieros y económicos. Todo un instrumento bien pulido que también desemboca en la unidad menonita.
“Somos la colonia Menno, el centro es Loma Plata, y es administrada por la Asociación Civil y la Cooperativa Chortitzer”, explica Friesen en su amplio despacho del Centro Cultural Chortitzer y contiguo al museo que cuenta la historia de su comunidad. Asegura que su colonia “es más amplia” y que 140 kilómetros hacia el sur hay una escuela, una clínica, un hogar de ancianos, una iglesia, y 14 aldeas vinculados a ellos. En total, dice, conforman 106 aldeas –tamberas ellas– en la región.
Los menonitas de Loma Plata tienen el “mismo origen” que los de Filadelfia, aunque se formaron en Holanda, en el noroeste de Alemania y Suiza. Se “juntaron por primera vez” en Prusia, en una zona que hoy pertenece a Polonia, y ahí vivieron por 250 años. Más tarde, todos a Crimea, y luego, sí, caminos separados: “Nuestro grupo fue el primero en dejar Rusia hacia Canadá. Este es un movimiento que, por ejemplo, los de Fernheim no hicieron. Ellos directamente fueron de Rusia a Paraguay. Nosotros vivimos por casi 50 años en Canadá, y más tarde a Paraguay”.
A ese país norteamericano marcharon unas 2.500 personas y, en 1927 en momento de venirse a tierras paraguayas, se sumaron 1.800 en tanto unas 7 mil quedaron allí, especialmente, en Saskatchewan y Manitoba.

Patrick Friesen, gerente de comunicación de la Asociación Civil Chortitzer. Foto: Guillermina Urrutia.
“Hoy día, las comunidades menonitas se ven muy fuertes. También tenemos pequeños grupos en Brasil, Uruguay, Perú, Argentina, y contamos con un grupo significativo en Bolivia. En este país se juntaron todos los más tradicionales”, señala Friesen cuya familia, claro está, tiene procedencia canadiense. En total, en Paraguay son “17 colonias” menonitas que aportan en iniciativas sociales, educación –para completar los estudios suelen marchar becados a Alemania–, responsabilidad social, propuestas misioneras, formación docente y profesional de mando medio; también colaboran en hospitales psiquiátricos, de lepra, y tratamiento y acompañamiento de drogadictos.

Museo de la colonia Chortitzer en Loma Plata. Foto: Guillermina Urrutia.
“Sin embargo, en lo económico y deportivo, competimos. Nuestra marca de carne compite con la marca de carne de Filadelfia. Nuestro equipo de vóley compite contra el equipo de Filadelfia. Así que existe esta interactividad, esta dinámica bastante particular, que creo también empujó a las comunidades a hacer producir y sobresalir lo mejor posible”, asienta.
Para los menonitas, preservar la “forma de vivir” –educación, religión, no al servicio militar, pacifismo– siempre ha resultado determinante y eso ha sido motivo de esas grandes migraciones. Ocurrió, por lo tanto, en Canadá. Resulta que en un momento el gobierno canadiense, tras la Primera Guerra Mundial, exigió a las escuelas un programa unilingüe en inglés, lo que dejaba a los menonitas sin poder impartir sus clases en alemán. Esto lo percibieron como una persecución religiosa y, tras casi cinco décadas en ese país, muchos decidieron marcharse.
Pasaron cosas
El explorador noruego y nacionalizado estadounidense, Fred Engen, había allanado el camino al conocer, y divulgar, el Chaco paraguayo. Y, sabiendo el interés de abandonar Canadá de estos menonitas, sugirió echar raíces en territorio guaraní. Para el aventurero el lugar resultaba “ideal” porque nadie los iba a “molestar”, porque “no había nada, literalmente nada”, según cuenta Friesen. Además, se encontró con nativos que eran “muy amigables”. Así, previo a la instalación definitiva, una misión de menonitas visitó el lugar, y lo hizo en mayo, durante una época más agradable que el insoportable calor del verano. Sin duda que ese detalle decantó la decisión de la migración menonita hacia ese territorio; todavía no conocían las langostas o la evaporación extrema. Se registraron en un campo que ocupaba unas 55 mil hectáreas.
Así nacía la colonia Menno con las primeras 14 aldeas, en 1927. Tres años después, se fundaba la colonia Fernheim en Filadelfia y, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, en 1947, se instauró la colonia Neuland, para conformar los tres más importantes puntos menonitas en el Chaco paraguayo.

Memorial en Filadelfia por los 75 años de la colonia Fernheim. Foto: Guillermina Urrutia.
Desde entonces, “pasó mucho”, dice Friesen. Hasta quedaron en medio de un conflicto bélico como la Guerra del Chaco entre Paraguay y Bolivia, y que sucedió entre 1932 y 1935. “La guerra nos exigió redefinir nuestro pacifismo”, aseguró el gerente de comunicación de la Asociación Civil Chortitzer. Algo más grato se puede decir que ocurrió con la construcción en la década de 1950 de la ruta Transchaco que actualmente recorre 780 kilómetros y que une la capital Asunción con el Chaco.
“Fue impulsada por el Comité Central Menonita de Estados Unidos en conjunto con el gobierno paraguayo, y también con estancieros de la zona. Con la razón de que toda la comunidad no tenía para sobrevivir sin acceso a una ruta. O al mercado o a la capital”, comenta Friesen. “Antes, un viaje a Asunción solía tomar cuatro o cinco días en carreta”. Ahora, lo que se prometió y nunca se concretó, fue el ferrocarril. Desde un principio se lo prometieron y siguen esperando.
En detalle, por aquel tiempo en la colonia Menno se desarrolló una reforma escolar que apuntaba, sobre todo, a que sus integrantes aprendieron el español. “Teníamos que vender de alguna manera nuestros productos. E irónicamente, el aislamiento total en el que vivíamos nos obligó también a abrirnos”, asegura Friesen.
“Esto llevó consigo que esta comunidad hoy día sea más abierta hacia los cambios. Todavía los cambios generacionales, o en los cultos y en las iglesias, son discutidos. Me acuerdo cuando en 1995 acá se instaló el supermercado y se introdujo el escáner. Esto fue criticado muy fuerte por mucha gente porque eso ya era un avance tecnológico. Era la introducción de una era apocalíptica para algunos. Pero con el tiempo se adaptaron. Y en los años de 1970 compramos la primera computadora que ahora se puede ver en el museo”.
Los menonitas trajeron servicios sociales, infraestructura, salud y educación. En ese esquema, es que la colonia Menno tiene a la Asociación Civil y a la Cooperativa Chortitzer, vinculadas entre sí, con los mismos socios, pero con distintos fines: una atiende el bienestar social, y la otra el bienestar socioeconómico. La asociación la conforma el departamento de educación, de seguridad interna, de comunicación y cultura, de servicios sociales, de salud, hogares para adultos, de colaboración medicinal, de caminos, etc.

Centros educativos propios. Filadelfia.
“Estos son todos servicios que en un país normalmente el gobierno los va a brindar. Nosotros por necesidad teníamos que construir un sistema educativo con escuelas, un hospital profesional, construir una red de caminos internos, construir un departamento de comunicación y cultura, una red de seguridad y prevención de crímenes. Y eso es la asociación”, destaca Friesen, quien también es padre de dos niñas.
“La cooperativa, en cambio, se ocupa de las actividades económicas y suma áreas como la de cárnicos, lácteos, agroindustria y comercial, o servicios como logística y máquinas pesadas, o de créditos y ahorros, y contabilidad. El servicio agropecuario se encarga de la investigación científica, y del acompañamiento y asesoramiento al productor. Así que en realidad esas dos estructuras –la asociación y la cooperativa– funcionan como un Estado independiente”, ahonda. Además, la colonia Menno ha sido pionera en Paraguay en la leche larga vida que “hasta hoy día es nuestro fuerte”.
“Y en 2002 construimos el único frigorífico hasta el momento en el Chaco Central. El desafío acá es siempre el agua. Hoy no parece así, pero la tenemos diariamente calculada anualmente, siempre con un déficit hídrico. También mantenemos 2.700 kilómetros de camino y la manutención de un kilómetro nos cuesta aproximadamente US$ 1.500 dólares por año”, sigue detallando con orgullo.
Pensando en el futuro cercano y a largo plazo, Friesen dice que tanto ellos como el resto de las colonias menonitas necesitarán un “abastecimiento de energía eléctrica, un circuito cerrado, con más potencia”, para sostener la producción y crecer. Y establecer alianzas. Con el mismo objetivo. “Somos muy conscientes de que la producción primaria es nuestra base, pero la industrialización tiene que ser el próximo paso para el valor agregado”. Los menonitas no descansan y van por más. Como hace un siglo.
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