Cuarentena con seis niños, con covid, y otro en camino
- Pedro Dutour
- 10 jun 2021
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 21 jun 2021

Los frutos de la huerta sirvieron para divertir a la prole (Foto: María Ramos).
Hace poco más de un año nos contaban su experiencia de estar en cuarentena hogareña –en la época que no salía casi nadie a la calle– con seis niños chicos, activos y juguetones, que se vieron a obligados a quedarse encerrados debido a las circunstancias impuestas por la pandemia del covid 19 y la incertidumbre que generaba la falta de precedentes del estilo en el mundo entero.
Y varios meses más tarde, en momentos en que los niños debían retornar a las clases para el curso 2021, cayó la bomba: el nuevo coronavirus entró a la familia. Otra cuarentena, esta vez todos enfermos con los padres con síntomas importantes, con la mamá embarazada (se llamará Mercedes, la pequeña, con llegada prevista para agosto) y con los seis con su habitual y normal inquietud: Pilar de 10 años, Paz de 9, Dolores de 7, Felipe de 5, Tomás de 3 y Juan Pedro de 1 añito.
Mi hermano Joaquín (41) y María (39) debieron lidiar con unas semanas más complicadas que las vividas el año pasado, no solo por sufrir en carne propia los aguijonazos de la enfermedad sino también por el contexto nacional frente al covid, con el creciente crecimiento de casos y de muertes, que hace que los que padecen este virus pasen a ser casi unos parias frente a la sociedad. Al menos por un tiempito.
Otra vez, mi cuñada, más locuaz, tomó la posta para relatar los acontecimientos familiares con el coronavirus de huésped. Esta vez, me lo contó todo en 11 audios (frente a los 15 enviados para la nota de abril de 2020).
María, primero que nada, quiso hacer una aclaración a modo de reflexión. “No tuvimos que internarnos. Se entiende el sufrimiento y el miedo que genera el covid porque hay muchas víctimas y mucho dolor. No somos ajenos a eso, pero también hay mucho miedo, desconocimiento, exceso de información y manija colectiva”. Es decir, al final ellos lograron superar el trance sin lamentar nada. Y eso se agradece y se valora. ¿Verdad?
La cuñada sigue con un mea culpa. “Todo comenzó porque cometimos la imprudencia de visitar en Montevideo un familiar muy cercano y querido, luego de unos meses sin verlo. Como que vencimos esa barrera poniendo por delante la humanidad y la cercanía afectiva, pero hicimos lo que no se podía hacer sabiendo que corríamos un riesgo. Y justamente esta persona nos contagió. Y ella sentía culpa. Por supuesto, no tiene ninguna culpa”.
Ese contacto con un covid positivo –una prima de María, a su vez, madrina de Paz– sucedió el 25 de febrero pasado. Cuando fueron avisados por las autoridades de la salud, la familia se aisló y la mamá de los niños comenzó con los síntomas de la enfermedad. “A Joaquín le parecía que era sugestión y para mí una realidad, porque nunca me daba manija que podía tener covid, nunca había pensado en eso. Los síntomas eran reales. Lo veía pasar de lejos al bicho, pero ahora me parecía una realidad”.
“El 27 de febrero me hicieron a mí el hisopado. El 1° de marzo (cumpleaños de Paz, por cierto), cuando empezaban las clases y se iniciaba la vacunación en Uruguay, y veíamos el videíto de los que recibían las primeras vacunas, nosotros teníamos covid positivo y no era muy linda esa sensación de que comienza todo pero en casa se para todo”, continúa María, quien tuvo el alta el 12 de marzo.

Felipe, el del doble hisopado, y Loli (Foto: María Ramos).
Los días siguientes se hicieron los hisopados a los demás miembros de la familia. “Al único negativo que le volvieron a hacer hisopado fue a Felipe”, prosigue el relato. Es que el mayor de los varones tuvo un test negativo en primera instancia; entonces se decidió realizarle una segunda prueba, que “supuestamente” también dio negativa.
“Luego Felipe acude al colegio, único día que va al colegio en ese tiempo, y ahí nos avisan que hubo un error en la comunicación del resultado por parte de Comepa (la mutualista de Paysandú) y que en realidad era positivo”. Qué momento. ¿Cierto?
“Así que eso fue todo un revuelo, no resultó nada agradable, porque significaba que sus compañeros y maestras tuvieran hacer cuarentenas con sus convivientes, con sus familias, era todo un complique en el entorno de Felipe. Y aunque no teníamos responsabilidad del error era bastante incómodo a nivel de grupo de madres de WhatsApp. Comepa se hizo cargo, habló con el colegio, pero no fue muy agradable esa situación”.
A sus puestos
La cuestión es que este hogar de ocho miembros tuvo que organizarse. Con los padres sin trabajar y abatidos por el coronavirus, con los chicos sin clases –hasta el pequeñín Juan Pedro empezaba con sus aulas–, el centro del mundo se cernía a las paredes de la casa y al amplio fondo, que desde hace un tiempito alberga una prominente huerta.
“El covid paró todo, se suspendieron los planes para afuera, aunque los planes hacia dentro prosperaron. Hubo en ese tiempo tres cumpleaños: el de Paz, el mío y el de Joaquín (en ese orden), y también nuestro aniversario (de casados). Dentro de todo también salieron a relucir las luces y las sombras de la familia, sacamos lo mejor y lo peor de nosotros, como siempre en la convivencia. Los síntomas eran bastante fuertes en los adultos, y tuvimos un poco de incertidumbre respecto al embarazo; yo estaba liquidada y costó bastante encarar esto. Con Joaquín nos turnábamos para atender a los niños, cuando uno estaba mejor se levantaba y el otro quedaba acostado. Nos siguieron muy bien desde la mutualista (Comepa), con una muy buena atención. Aquel el error (el hisopado de Felipe) lo tomamos como algo humano”.
Cada hijo reaccionó “bien diferente” en relación a la cuarentena, dice María. “Por ejemplo, Pili se mostró muy activa, probó muchas recetas (en la cocina) y entretenía a sus hermanos. Loli estuvo más protectora, me cuidaba a mí que estaba embarazada, que no me sentía bien, muy amorosa con gestos de traerme la comida a la cama, de cuidarme, de darme cariño. Felipe estaba enojado con eso de tener coronavirus, con los chinos, porque es un poco su forma de ser. Paz, más introspectiva, se preguntaba por qué teníamos coronavirus y si teníamos que rezar más. A Tommy le molestaba el hisopado, no le gustó nada y se quejaba de eso; y Juanpe todavía no habla y no se daba tanta cuenta” de la situación.
El tiempo se aprovechó bastante en la cocina, con nuevas e improvisadas recetas, que hicieron olvidar este instante histórico. Estómago contento, cuarentena más llevadera. Este podría ser el lema, ¿no?
Sigamos. “Durante el tiempo del coronavirus probamos muchas recetas; a Joaquín le hicimos un cumpleaños espectacular, porque ahí ya nos sentíamos mejor. Pudimos hacer un buen desayuno, almuerzo, merienda y cena, todo rico y con cosas caseras. Pasamos precioso. A medida que se iban los síntomas se disfrutaba más la vida en casa y no te pesaba tanto el coronavirus. Después vimos películas en familia y empezamos alguna serie. Se entretuvieron jugando en el patio, haciendo la huerta, a lo que Joaquín le dedicó mucho tiempo cuando se empezó a sentir mejor. Los niños también jugaban con los legos, haciendo casitas afuera, con barro, con enchastres múltiples, con manualidades y pinturas, y leyeron mucho. Hicieron de todo”.

La vuelta a clase se instrumentó de forma escalonada de acuerdo a las altas y teniendo que explicar a las personas con las que se cruzaban que, efectivamente, habían superado la enfermedad. “Que había gente con covid en casa pero que podíamos salir, porque las altas son individuales. Eso fue un reto”, confiesa la cuñada. “El encierro empezó el 25 de febrero y terminó con el alta de Felipe, el 23 de marzo”, detalla.
“Al salir al ruedo, después de que pasamos el covid, te sentís como un leproso porque la gente como que te dispara. Pero también contás con el alivio de haber tenido la enfermedad, de haber cursado el virus, y podés ayudar a otros. Por ejemplo, nos pasó que unos amigos, después de que nosotros tuvimos covid, ellos se contagiaran por otro lado y pudimos ir a acompañarlos, llevarles cosas, entrar a la casa, sacarle la basura”.
En definitiva, tuvieron que aceptar el coronavirus “con toda la carga” que conlleva incluso luego de superarlo. María, con la experiencia ya detrás, prefiere guardarse lo bueno. “El covid tocó la puerta, pasó y entró a casa. Recibimos mucha ayuda puertas afuera de grandes personas, de familiares y amigos, que nos traían cosas y eso fue positivo. Después fuimos viendo todo lo positivo”.
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