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Coleccionista de sellos, coleccionista de historias

  • Foto del escritor: Pedro Dutour
    Pedro Dutour
  • 27 abr 2023
  • 5 Min. de lectura

Atilio Cerini. Foto: Guillermina Urrutia.


Habla con la pasión del típico coleccionista que atesora su acervo. Relata y muestra cada serie con gusto y placer, y con un conocimiento profundo de lo que tiene entre manos. Atilio Cerini suma 72 años y lleva seis décadas juntando sellos postales de casi todo el mundo, además de cartas y de otros variados artículos relacionados a los correos públicos y privados.

Son decenas de colecciones, perfectamente ordenadas en dos grandes estantes metálicos –uno de ellos bajo llave–, en el que se distribuyen carpetas confeccionados artesanalmente por él mismo que contienen miles de sellos –adecuadamente protegidos–, que ocupan dos paredes de un cuarto rectangular en el fondo de su casa. Un escritorio con una computadora encima, de esas con torre, y dos hermosos relojes antiguos que cuelgan en las paredes le dan un toque especial al espacio.

Cerini, quien es el actual presidente de la Asociación de Coleccionistas de Paysandú, inició su colección cuando tenía 12 años, bajo influencia de familiares y el auge por esa práctica que se daba por los sellos postales en aquel tiempo. Al principio, comenzó a coleccionar de “forma precaria”. Pero era el comienzo de una gran aventura.

“Tenía un pariente, primo de mi padre, que fue un gran coleccionista de sellos acá en Paysandú, pero falleció trágicamente. Y un hermano de él me alentaba, más bien de forma irónica, sobre este tema y me guardaba los sellos y sobres circulados”, rememora.

Y continúa: “Ya en esa época empecé a intercambiar con amigos de otros países, con datos que figuraban en alguna revista, como Mecánica Popular y otras, como ser de Colombia, Cuba. De este país mi madre tenía recelo por temas políticos muy relevantes para ese momento, pero seguí adelante y hoy en día tengo una colección muy interesante de esa isla en varios tomos. Además, recientemente después de varios años, se reanudaron las relaciones del Correo Cubano con el Correo Uruguayo”.

Esa práctica, la de intercambiar estampillas con otros coleccionistas de diversas naciones del globo, la mantiene y la ha reforzado con el correr de los años. Es un fluido constante de cartas y paquetes con sellos, de una interacción que, muchas veces, va más allá del coleccionismo y se transforma en amistad. Y, en ese trajín y en algún instante, la ley de la vida corta irrefrenablemente esa dinámica.

Durante un tiempo “tenía un amigo” en Japón y con el canje pudo reunir una “interesante colección”, pero “falleció y no he podido avanzar hace años”. Otro tanto sucedió con un estadounidense, “un amigo que era piloto de la Fuerza Aérea” de ese país, un veterano de la guerra de Corea de nombre Owen Armbruster. “Tenía muchas horas de vuelo en los bombarderos B52, los que portaban las bombas nucleares durante la Guerra Fría. El intercambio duró varias décadas pero murió. La colección quedó parada y no la he podido actualizar”, se lamenta.

Cerini, hoy jubilado y que trabajó mucho tiempo en la extinta fábrica de galletitas Famosa, cree que lo importante es la “calidad” por sobre la “cantidad”, y que todo coleccionismo “es un hobby que se puede hacer en el tiempo libre, o el tiempo que uno se hace, como fue el caso del presidente Franklin D. Roosevelt de Estados Unidos, que tuvo una interesante colección de sellos postales”. “También hay otros coleccionismos como las monedas (a la que también se ha sumado, pero a menor escala), pero la filatelia tiene 20 veces más elementos que las monedas”, añade. “Este coleccionismo de sellos postales lleva más tiempo que otros”, aclara el filatélico.

Entre sus carpetas cuidadosamente ordenadas y alineadas, por tipo de colección y países, Cerini presume de varias notables series, como los cuadernos con sellos relativos a los Mundiales de fútbol; o una colección “extensa” de los Juegos Olímpicos de invierno. Las colecciones pueden clasificarse por naciones o por tipo de sellos, como puede ser de animales prehistóricos, deportivos, flora y fauna, transporte, etc.

“De Alemania lo tengo casi completo desde el Tercer Reich pasando por las ocupaciones después de la Segunda Guerra Mundial, la República Federal, República Democrática, hasta la Alemania reunificada. Allí tengo un amigo con el que puedo canjear y mantener actualizada esta colección”, comenta.

De Francia, España e Italia cuenta con series “muy completas”, gracias también a que allí goza de amistades que le hacen posible el intercambio. Al igual que del resto de Europa y de América, en especial de Argentina y Brasil. Aunque, de este último la compilación se ha detenido: “Tenía un amigo ahí, muy cumplidor, pero no ha dado señales de vida”. Cerini supone que se ha “ido”. “De Argentina tengo un amigo para hacer intercambios personalmente en su país, o cuando él viene a Uruguay. A veces se hace complicado por el tema del cambio, pero siempre sale el canje”, asevera.

De entre la cantidad de carpetas con estampillas, de los libros de catálogos que también se intercalan en las estanterías, Cerini saca una caja –de otras tantas que también allí se acumulan– para abrirla y mostrar sobres de cartas antiguas con sus sellos correspondientes. Así, tiene cientos de sobres: otra colección dentro de la colección mayor. Hay, por ejemplo, misivas censuradas de la Primera y Segunda Guerra Mundial, en momentos que los Aliados “abrían las cartas para ver si había algo raro”. Hay cartas a los presidentes Juan José Amezaga, Alfredo Baldomir y Gabriel Terra, y al secretario de la Presidencia Hugo Ricaldoni.

De esas cajas también salen fotos, por ejemplo, de las terminales de ómnibus de Paysandú, e imágenes antiguas de nuestra ciudad; o cartas y documentación de algunas empresas sanduceras desaparecidas, o postales “recibidas de distintas partes del mundo”. Además, hace poco empezó una “nueva colección” que se llama historia de los portaviones, con fotos y características de esos enormes buques.

Pero volvamos a la filatelia. Cerini, en ese amplio arco al que apunta en cuanto a servicios postales y sellos, integró a su acervo lo relativo a algunos correos privados, como la antigua Onda. “Fue el primer correo privado en todo el país; era muy eficiente. Después tengo otra colección de Tiempost que, cuando cerró Onda en 1991, se hizo cargo de la distribución de encomiendas y cartas que hacía Onda”, relata. A su vez, suma documentos y “algunas fotos” de otros correos privados, algunos ya desaparecidos, como Expreso Rioplatense, UES, U Postal, Transportes Berro-Copay-Alonso, etc.

“Todo coleccionismo importante tiene un trasfondo económico”, reflexiona Cerini. Y argumenta: “Se trata de predicar sobre cómo se arma una buena colección, teniendo cierto orden y prolijidad, para que mañana tenga cierto valor económico. Conozco un caso de una señora que se puso a coleccionar bolsas de plástico de casas comerciales, las amontonó en una caja y más tarde las quiso regalar a conocidos. No las quiso nadie, ni regaladas. Las llevó a una casa de remates y tampoco a nadie les interesaba”. Por tanto, por más hobby e interés sobre algo, resulta importante pensar bien qué coleccionar. Bien puede ser, por supuesto, los sellos postales.

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